Este segmento tiene la responsabilidad de reducir al máximo la posibilidad de contagio, y para ello las recomendaciones parecen replicarse sin cesar.
El cierre de plantas de procesamiento de alimentos en Estados Unidos levantó alarmas en la industria alimentaria a nivel mundial, no solo porque compromete a los trabajadores del sector, también por la amenaza a la seguridad alimentaria. Lo cierto es que hasta la fecha las reacciones han sido variadas. Algunas compañías han cerrado sus plantas de forma indefinida hasta que todos los trabajadores puedan ser evaluados. Otros han reducido la capacidad de producción, a la par que varios han cerrado temporalmente para limpiar sus instalaciones y configurar sus espacios para un mayor distanciamiento social.
Entender el porqué en una sola planta de procesamiento se presentaron 900 contagios por la COVID-19, como en el caso de Tyson Foods en el estado de Indiana, está siendo motivo de debate y el crisol de razones aún no está definido. Para Fernando Sampedro Parra, doctor en Tecnología de Alimentos, investigador en la escuela de Salud Pública de la Universidad de Minnesota (EE.UU.) y coordinador de la red internacional en análisis de riesgos para Latinoamérica (FSRisk), el contagio en las plantas de procesamiento es multifactorial.
“No hay que olvidar el estado sanitario del país donde está la planta. Evidentemente la gente trabaja allí, pero luego sale a su casa, con su familia, y ahí entran otros factores como el grado de apertura y de circulación del virus, lo cual está fuera del ámbito de cada compañía. Y desgraciadamente, como aun no contamos con una vacuna que nos garantiza una inmunidad frente al virus, es claro que es muy posible que algún trabajador pueda contagiarse”.
Medidas para reducir los contagios
Lo cierto es que la tarea de la industria alimentos de América Latina, como en cualquier otro sector económico, es reducir al máximo la posibilidad de contagio dentro de sus instalaciones, y para ello las recomendaciones parecen replicarse sin cesar. “Las plantas se han venido adaptando con sus planes de contingencia, cambiando el flujo del proceso y la estructura de la planta para minimizar el contacto entre trabajadores. Sabemos que el número mágico son 6 pies o 1,8 metros de distancia y las plantas han venido implementando medidas de distanciamiento entre los trabajadores, además de utilizar mascarillas de forma adecuada y monitoreando la temperatura corporal”, señaló Sampedro.
Al respecto, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, FAO, publicó una guía de orientación provisional para todos los actores de la cadena alimentaria. Allí se señalan cinco medidas fundamentales para implementar al interior de las plantas:
Esta transformación en la dinámica productiva de la cadena alimentaria podría traer cambios que se pensarían afectarán la eficiencia. Sin embargo, para Sampedro, las compañías “pueden hacer una mayor rotación de pequeñas cuadrillas. Al final, cualquier desviación en la producción puede tener un impacto, sin embargo, las empresas están siendo bastante eficaces tratando de minimizar estos efectos, en especial, de la disposición de los alimentos para los consumidores”.
Para hacer más eficiente el distanciamiento al interior de las plantas, distintas compañías han lanzado soluciones que emplean tecnologías como RFID, Bluetooth e IoT para su control. Recientemente, Triax Technologies lanzó nueva solución que proporciona alertas de distanciamiento y rastreo de contactos a través de un dispositivo portátil para los trabajadores.
De igual forma, Samsung, en alianza con Radiant RFID, ha implementado en sus relojes inteligentes una tecnología que emite una vibración y advertencia con un código de colores para que los usuarios sepan cuándo se encuentran en una distancia menor a 1,8 metros de otra persona en tiempo real.