El cambiante sistema de reciclaje

Siempre resulta interesante mirar hacia atrás y ver cómo han cambiado las cosas. ¿Recordamos hoy quién fue la supermodelo en 1990? ¿Qué atleta adornaba la caja de cereales? Cuando miramos en retrospectiva los empaques de los últimos 25 años, vemos que muchas cosas han cambiado. Hoy se habla mucho en la comunidad del reciclaje sobre “la paca cambiante”, en referencia a las transformaciones que se han vivido en el conjunto de los materiales durante las últimas décadas. En ese tiempo se han presenciado reducciones en el papel periódico, el vidrio, el acero y el aluminio. Estos son los materiales sobre los cuales se construyó el sistema de reciclaje municipal en Estados Unidos.

De la misma manera en que hemos presenciado la caída del papel periódico, también hemos visto el crecimiento del empaque de un solo uso, y el auge de una mentalidad que privilegia la conveniencia. Sobra decir que el comportamiento del consumidor ha cambiado y que esto se refleja en la forma en que reciclamos. Debido a factores económicos y a la mayor conveniencia, Estados Unidos se ha distanciado en gran medida de la fuente separada para pasar al reciclaje de flujo único (es decir, todos los materiales reciclables en un solo bote de basura). El resultado es un mayor volumen de materiales reciclables recogidos pero con una mayor contaminación debido en gran parte a un flujo de materiales más complejo. Parte de esta complejidad se deriva  del crecimiento y la diversidad de los plásticos. Estos representan el 12% de todos los residuos generados en Estados Unidos. La consecuencia del cambiante flujo de desechos ha sido una disminución de la cantidad de residuos sólidos municipales generados por habitante, y esto representa una desvinculación de la cantidad de residuos que se generan en relación con el producto interno bruto, debida en gran parte al cambio en del conjunto de materiales más pesados de Estados Unidos (papel, vidrio, acero) por materiales más livianos (por ejemplo, plástico) y a una desmaterialización general de la sociedad.

A medida que el empaque evolucionaba, las instalaciones de recuperación materiales  (IRM) lo hacían también. Era común que cada municipio tuviera sus propias instalaciones, pero ahora una buena parte de ellas son de propiedad privada. Las IRM se diseñaron originalmente para recuperar el papel y los materiales rígidos y, tecnológicamente, eran bastante básicas. Las IRM de hoy se asemejan a una compleja máquina de pantallas, bandas transportadoras, imanes, y tecnologías que se mueven a velocidades vertiginosas para poner orden en el caos. El cambio en el conjunto materiales, junto con un solo flujo, ha tenido un profundo impacto en las operaciones de las IRM y en los productos que generan. Por ejemplo, el consumidor bien intencionado que vuelve a utilizar una bolsa de plástico para sus materiales reciclables está introduciendo, sin saberlo, un material que genera pesadillas operacionales. Anteriormente ??solía haber un número de tipos diferentes de papel. Algunos casi han desaparecido. Las pacas de papel están frecuentemente contaminadas con plástico. En el lado positivo, ahora recuperamos una diversidad de grados de PET, HDPE, y tipos de rígidos mixtos. Una de las consecuencias de un flujo de residuos de peso liviano es que para crear una tonelada de material recuperado, es necesario procesar un volumen mayor de material, con pérdidas ocasionadas por un mayor nivel de residuos y de contaminación que en el pasado. Y el material no siempre tiene un valor consistente. De modo que el menor peso del flujo de residuos de Estados Unidos ha tenido en realidad una especie de efecto económico perverso sobre las IRM.

Hay que prestar atención a esta situación. Las señales procedentes de empresas de papel que no se encuentran satisfechas con la disminución de la calidad del papel de los programas de reciclaje y la Muralla Verde de China son un reto para toda la industria sobre la calidad de los materiales que salen de Estados Unidos y hacen necesario examinar nuestro sistema y nuestras prácticas. Para mantener un sistema de reciclaje fuerte, debe preservarse el valor económico de los productos, y la calidad es el núcleo de ese valor. El valor proviene de consideraciones previas, por ejemplo, la manera de diseñar los empaques para dar mayor valor a las pacas, la educación constante de los consumidores, y la búsqueda de canales para mantenerlos informados sobre mejores prácticas de reciclaje. En este empeño, los fabricantes de materiales, los convertidores, las marcas, los minoristas, los municipios, los consumidores y los operadores de las IRM tienen todos un papel importante que desempeñar.

Es necesario entonces que exista un poco de realismo acerca de la continua presión por una mayor conveniencia a un costo reducido. El procesamiento de residuos mezclados, o una “IRM sucia”, es donde se entremezclan la basura y materiales reciclables: el flujo único final. Mientras que los metales y una selección limitada de plásticos se pueden recuperar, la calidad del material que entra en una IRM sucia está altamente contaminada, ya que este se mezcla con residuos húmedos, como alimentos, productos químicos, etc. Es poco el papel que puede recuperarse y de este no pueden fabricarse productos de alto valor. El papel y el cartón son casi el 30% de lo que se genera en una comunidad, por lo que la conveniencia tiene un costo alto en términos de calidad y recursos perdidos. Más preocupante es la asociación del reciclaje con la basura. Esta equiparación en la mente del consumidor aleja la señal sobre los materiales valiosos y elimina la retroalimentación esencial para los consumidores. En un mundo de recursos escasos inculcar la corresponsabilidad es esencial para un desarrollo más sostenible.