ABC de la sostenibilidad en empaques (II)

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Para crear un bioplástico los científicos buscan estructuras químicas que permitan la degradación del material por microorganismos, como hongos y bacterias. Un ejemplo de bioplástico son los polihidroxialcanoatos (PHA), una familia de plásticos biodegradables de origen microbiológico doblemente ecológico, ya que son biodegradables y, al mismo tiempo, originados a partir de recursos renovables. Son utilizados, por ejemplo, para fabricar tenedores de plástico y películas para embalaje, debido a que son resistentes al calor, a la grasa y al aceite.

En el sector de envases y embalajes, el mayor ámbito de aplicación de los bioplásticos, se ha experimentado un fuerte crecimiento. Así, por ejemplo, algunas grandes cadenas comerciales de Francia, Gran Bretaña, Italia y Países Bajos han empezado a utilizar estos materiales para empaques de alimentos frescos como fruta y verdura, y para productos higiénicos.

La compañía norteamericana NatureWorks LLC, perteneciente al grupo Cargill, es el mayor productor mundial de materiales biodegradables, como el ácido poliláctico (PLA) extraído de la dextrosa del maíz, un azúcar vegetal sencillo, y que es utilizado en capas de sellado térmico, etiquetas y bolsas de transporte, como alternativa frente a películas tradicionales como el celofán, o para la producción de envases rígidos como botellas (el agua norteamericana, marca BIOTA, se envasa en botellas fabricadas a partir de este material).

Así mismo, otras empresas del sector químico también ofrecen gran variedad de productos basados en estos plásticos ecológicos.

La compañía italiana Novamont fabrica el bioplástico Mater-Bi, a partir de almidones de maíz, trigo y patata, y está siendo utilizado en espumas, productos de higiene, juguetes ecológicos como los de la empresa Happy Mais e incluso en llantas de neumático de la empresa Goodyear.

BASF ofrece desde hace varios años Ecoflex, un producto basado en almidón de maíz, papa y PLA. Nestlé anunció el año pasado el uso en Gran Bretaña de una bandeja para el empaque de sus chocolates "Dairy Box" fabricada con Plantic, una resina creada a partir de almidón y producida por una compañía australiana. En Francia, varias empresas azucareras, universidades e institutos de investigación están trabajando en el desarrollo de plásticos biodegradables a partir del azúcar y los cereales, con el objetivo de reducir los costos que significa la fabricación de estos materiales.

El crecimiento de los plásticos biodegradables depende, fundamentalmente, de los siguientes cuatro factores:

  • La respuesta de los consumidores a los costos, que hoy día son entre 2 y 4 veces más altos que para los plásticos convencionales.
  • La futura legislación.
  • El logro de la biodegradabilidad total.
  • El desarrollo de una infraestructura para recoger, aceptar y procesar plásticos biodegradables con el fin de eliminar residuos.

Retos de los bioplásticos y su futuro
Según José Carlos Rodríguez-Cabello, científico de la Universidad de Valladolid y miembro del Grupo para Materiales Avanzados y Nanobiotecnología (BIOFORGE), los bioplásticos del futuro serán materiales procedentes de fuentes renovables, biodegradables, y generarán mucho menos problemas medioambientales que los plásticos actuales. Además, cuando se desarrolle todo el potencial de la biotecnología aplicada a la producción de bioplásticos, "estaremos en condiciones de obtener materiales mucho más sofisticados que los que podemos obtener a partir de tecnología química y petróleo como materia prima”, añadió Rodríguez-Cabello.

La Asociación Europea de las Industrias de Biotecnología (EuropaBio) indica que la producción mediante procesos biotecnológicos de la industria química europea podría pasar de 5% hoy, a 10% en 2009, y a 20% en el año 2010. Por su parte la consultora McKinsey estima, también para ese año, que el mercado de los productos químicos fabricados, al menos parcialmente con biotecnología, podría alcanzar los 280 mil millones de dólares.

Según Mario Demicheli, del Instituto para Estudios de Prospectiva Tecnológica (IPTS), perteneciente a la Comisión Europea, varios estudios han coincidido en la predicción de una tasa de crecimiento anual para los plásticos biodegradables de origen natural de aproximadamente 30% para esta década, en Europa y en Estados Unidos. Los precios del petróleo y su futuro agotamiento, y la apuesta de las instituciones y los ciudadanos por los productos ecológicos son tres de las principales razones que nos permiten augurar un futuro prometedor para estos materiales.

Capacidad de producción de bioplásticos en el mundo
Aunque las cifras no son oficiales, la capacidad de producción mundial de biopolímeros hoy se estima en un poco más de 250.000 toneladas al año; y solamente el consumo de Europa está en alrededor de 50.000 toneladas. De mantenerse el crecimiento continuo que se ha presentado hasta ahora, la capacidad global de producción de polímeros biodegradables alcanzaría la marca del millón de toneladas en el año 2010.

Compostable y biodegradable no son conceptos idénticos
El asunto realmente no es el significado del término “biodegradable”, o las definiciones suministradas por la Sociedad Americana para Pruebas y Materiales (ASTM, por su sigla en inglés). Más allá de ello, está la confusión causada por algunos proveedores de bolsas plásticas “compostables” y por su insistencia de que las dos palabras son equivalentes.

La ASTM define un plástico biodegradable como “un plástico degradable en el cual la degradación resulta de la actividad natural que se produce con microorganismos, tales como bacterias, hongos y algas”.

Un plástico compostable es definido por la ASTM como “un plástico que experimenta degradación biológica durante la formación de compost para producir dióxido de carbono, agua, compuestos inorgánicos y biomasa, a una rapidez consistente con otros materiales compostables y hojas, sin residuos distinguibles visualmente ni residuos tóxicos.”

En otras palabras, un plástico compostable debe ser también biodegradable, pero un plástico biodegradable no necesita ser compostable.

La compostabilidad requiere que el plástico se biodegrade aeróbicamente a una velocidad similar a la de otros materiales compostables, que los residuos no se distingan (como plásticos), y que no sean a su vez tóxicos, mientras que un plástico biodegradable simplemente se tiene que biodegradar.

Información al consumidor final clara y sencilla
En la pasada feria Interpack 2008, la Asociación Europea de Bioplásticos hizo una aclaración acerca del mal uso de los términos “degradable”, “biodegradable” y “compostable”.Existe una diferencia entre los aditivos a partir de los cuales se fabrican plásticos, provenientes del petróleo, degradables, y los plásticos provenientes de fuentes naturales, como los bioplásticos.

De acuerdo con dicha asociación, estos términos no están protegidos, y los plásticos que cuentan con aditivos que mejoran su capacidad de degradación no alcanzan a satisfacer las normas de biodegradabilidad establecidas por los cánones europeos; particularmente por la norma EN 13432. Los bioplásticos, en cambio, sí las satisfacen.La Asociación Europea de Bioplásticos promueve un compromiso ambiental de la industria, en la que los productos se certifiquen, y alcancen el logo de “compostabilidad”.

Ejemplo en Estados Unidos: Las leyes del Estado de California prohíben expresar que un producto es ambientalmente responsable, en bolsas y empaques, a menos de que el producto sea compostable según la especificación estándar de la ASTM. Ello también ha contribuido a la confusión. Esto, aunado al hecho de que –debido a la actual infraestructura disponible— son pocos los empaques que podrían ser destinados para formar compost en su disposición final.

Un enfoque mucho más constructivo con respecto a las jurisdicciones, tales como la de California, estaría en promulgar leyes para exigir que las etiquetas indiquen el tipo de ambiente de disposición final para el cual el material está diseñado. Es razonable, por ejemplo, la idea de etiquetar bolsas biodegradables como “no destinadas para compost”.

Envases biodegradables: Ser o no ser
Es importante recordar que el consumidor tiene derecho a la información correcta y, por lo tanto, a no ser confundido con términos no sinónimos como biodegradables y biopolímeros. Biopolímeros son plásticos fabricados a partir de fuentes renovables (maíz, caña de azúcar, etc.) y tienen importancia estratégica para el futuro, principalmente porque utilizan energía renovable en todo su ciclo de vida (producción agrícola, procesos industriales, transporte, etcétera).

Es mucho mejor economizar el material plástico (tanto el de fuente fósil como el de fuente renovable) mediante el reciclaje o a través del aprovechamiento de su poder calorífico, que transformarlo al final de su primer uso en subproductos con fuertes impactos ambientales negativos, como el efecto invernadero, la ecotoxicidad, o la toxicidad, entre otros.

Es decir, las soluciones para el problema de los residuos sólidos no deben acarrear otras consecuencias ambientales tal vez mucho más perjudiciales.

En este sentido, se hace necesario que cada país, localidad, ciudad, pueblo analice las facilidades de manejo de los residuos plásticos en su zona y establezca políticas claras de manejo, buscando el menor impacto en el medio ambiente.

Las soluciones aisladas, ya sea que se defina degradabilidad u compostabilidad, sin que se integren los eslabones faltantes como el consumidor, sistema de recolección de residuos, entre otros, son opciones que pierden su real impacto, dado que son respuestas fragmentadas a un mismo problema. Para que realmente el impacto se pueda medir, todos debemos tener claro que es preciso medir los esfuerzos y saber cuáles son las reglas del juego. No existen buenas o malas soluciones, solo se debe definir cuál es la meta y el método, para que exista uniformidad en la solución y realmente se vea el esfuerzo, tanto tecnológico como económico.

La educación ambiental es la clave
No existe solución fácil. El problema de los residuos sólidos urbanos sólo puede ser combatido con la educación ambiental (enseñar a arrojar la basura en los recipientes dispuestos para ello, o a separar para reciclar), el consumo sustentable (es decir, usar lo necesario y evitar excesos), eficacia en la especificación (usar lo mínimo necesario para tener los efectos deseados, evitando la pérdida de función de los productos). Y, por supuesto, también mediante la Gestión Integrada de los Residuos Sólidos Urbanos, aprovechando los materiales por medio del reciclado mecánico, el valor calorífico de los materiales por reciclado energético, los materiales biodegradables por compostaje (generando compuesto orgánico para la agricultura), y destinando el mínimo posible a rellenos sanitarios. Por lo tanto el consumidor, los gobiernos y el sector productivo también son responsables de la gestión del medio ambiente. Es un trabajo de todos los actores de la sociedad.

Al contrario de una educación ambiental que concibe como un problema el que los materiales inertes (plástico, aluminio, acero, vidrio) duren cientos de años, es preciso enseñarles a los niños, jóvenes y adultos que, en lugar de un mundo “descartable y degradable” en el que los materiales son arrojados en la naturaleza, “se debe consumir sustentablemente” reciclando y/o aprovechando, los materiales, evitando así el consumo de recursos naturales, el uso de agua, y prolongando la vida de las reservas de metales y petróleo. Re-utilizando el poder calorífico de los materiales con potencial energético, consumiendo lo mínimo necesario y con responsabilidad.

Se debe difundir este “nuevo paradigma” en el cual el medio ambiente es tratado de forma integrada, holística, entendiendo que –en cada pequeña acción— hay una interacción con el medio ambiente. Vivimos y formamos parte de él y, por ende, nuestras acciones se verán reflejadas en nuestra propia vida.

En lo relacionado al “marketing verde” se debe iniciar una trabajo en términos de legislación, con el fin de tener una misma base para que a todos los esfuerzos de la industria se les de el mismo enfoque, de tal manera que se midan dichos esfuerzos bajo una misma metodología. Esto va a permitir evaluar los avances de las industrias de manera equivalente, y no permitirá que se presenten soluciones parciales de programas “VERDES” sin que estén previamente avalados.

Es necesario enseñar que el consumo sustentable está en la acción diaria de cada consumidor, en la gestión de los residuos del día a día, separando los materiales reciclables y/o aprovechables, reduciendo así el consumo de recursos naturales y de toda la energía e impactos ambientales asociados al ciclo de vida de los productos.

Los gobiernos, además de incentivar al sector industrial a reciclar cada vez más los residuos de los productos que comercializan, y posibilitar así su adecuada disposición, deberían proponer políticas nacionales de gestión de residuos sólidos provenientes de materiales de empaques, que ayuden al desarrollo sustentable.

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